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jueves, 27 de junio de 2013

El "cómo se hizo" de la tarta-dragón

Bueno, llevo un poco-bastante-demasiado tiempo sin hacer entrada nueva, pero es que he estado de selectividad y demás. Para compensar os traigo fotos y comentarios sobre cómo hice mi tarta-dragón-cutril.

Lo primero, en verdad son dos tarta, una para la base y otra para el dragón, ambas cubiertas con fondant (la cual yo suelo comprar aquí en Zaragoza en la tienda de Crema y Chocolate). Las tartas son del mismo tipo que la que hice para el cumple de mi madre (aquí podéis ver la receta), aunque sin relleno.

La primera tarta fue la base, cubierta de fondant teñida de gris (la teñí con colorante negro, añadiendo poquito a poco con un palillo y amasando hasta obtener el color deseado).

La siguiente tarta la corté en partes que fui colocando sobre la base del molde en que había hecho ambas tartas para intentar montar el dragón de forma que encajase sin manchar aún la base.

Me sobraron trozos de tarta que mi madre se estuvo desayunando al día siguiente.

Luego desmonté el dragón, recorté un poco más las piezas de bizcocho para que fuesen más redondeadas, y lo cubrí pieza por pieza de fondant verde (en todo momento trabajé con fondant originalmente blanca que iba tiñendo según me parecía mejor), montándolo de nuevo sobre la otra tarta base. A continuación le añadí adornos (los pinchos azules, ojo, garras y demás).

Y el resultado final ya lo visteis en la entrada anterior:

sábado, 1 de junio de 2013

Porque aún hay cosas difícilmente prohibibles...

"No leas, los libros nos salen caros y en el ordenador te dejas la vista"
"No escribas, es una pérdida de tiempo si no mandas nada a concursos y los ganas"
"Deja de hacer dulces, es una pérdida de tiempo y dinero, ocupas la cocina, molestas"
¿Qué tiene permitido hacer? ¿Qué puede hacer? ¿Qué está bien que haga? Ni siquiera destacaba en esas cosas, pero era todo lo que tenía, lo que le hacía sentir bien... No sabía dibujar ni era estudiante de dieces, no le gustaba beber ni fumar, ni tenía dinero para viajar o ir de compras compulsivas, aunque esto segundo tampoco es una idea que le entusiasme precisamente, y lo primero quizás, quizás quizás algún día... No se le daban bien las matemáticas, ni la informática, las tecnologías por lo general parecían tener algo contra ella, tampoco tenía ningún talento musical, claro que nunca había tenido un instrumento entre sus manos para probarlo... Tampoco se lo podía comprar ni se lo compraría nadie, así que lo mismo daba. Una vez sí que se ilusionó con la idea de aprender a tocar alguno, ahorró el dinero para aquel prácticamente desconocido instrumento, dos años le llevó, y lo tenía, pero por azares del destino, y problemas en la economía familiar, tuvo que gastarlo en asuntos familiares y nunca más volvió a ver tanta fortuna junta en poder.
Ah... ¿Y qué le quedaba? Nadie le prohibía pasear, eso aún podía hacerlo, y vaya si lo hacía.
Caminó por las nocturnas calles de la ciudad del cierzo, disfrutando del último capricho que aún podía consentirse, bueno, eso y el chocolate... El aire era fresco, había estado lloviendo esos días y el verano parecía negarse a hacer acto de presencia aquel año, se arrebujó en su "bufanda", con sus casi siempre frías manos en los bolsillos del abrigo de paño negro, y aspiró aquel aire con fuerza. El pechó le dolió al momento, como si hubiese recibido un golpe, llevaba un par de días doliéndole cuando aspiraba con fuerza o se tumbaba de espaldas, probablemente se había resfriado o algo, ya le pasó algo parecido en una ocasión, cuando pilló infección de pecho y tuvo que pasarse varios días tomando unas pastillas del tamaño de supositorios y durmiendo medio sentada porque de lo contrario le era difícil respirar. Al menos esta vez era solo un dolor leve.
La punta de la suela de uno de sus botines se estaba empezando a despegar de nuevo, y fue aún más consciente de ello cuando pisó un charco y sintió el frío del agua invadir su calcetín. Podría haber dado media vuelta y regresado a casa a cambiarse de calzado, pero lo único que deseaba en ese momento era caminar y caminar hasta que los pies le doliesen a rabiar.
¿No era ese el Parque Grande? Vaya, ni se había dado cuenta de que andaba en esa dirección. Lo cierto es que le apetecía un montón adentrarse en él y perderse entre sus caminos más inhóspitos, pero era sábado, y aunque nunca había estado allí un sábado en la noche, sabía bien lo que se solía cocer, había oído mentar las suficientes veces que era zona de botellones, y más de una vez había visto las pruebas en forma de cristales rotos y botellas abandonadas por el césped, cerca de bancos, y por las cercanías del riachuelo aquel que transcurría por allí., que vete tú a saber, igual hasta era un afluente de algún río cuyo nombre debería conocer, pero esas cosas nunca habían sido su fuerte... tampoco. Pensando así, parecía bastante inútil, la verdad, ¿qué sabía hacer? ¿Postres cutres que a veces ni le salían buenos? ¿Leer, con temporadas de abandono masivo de lecturas a medias? ¿Imaginar mil historias que nunca escribe? ¿O escribir mil cosas que, o bien deja a medias, o no valen ni el esfuerzo que hace una vez al año de replegar los papeles en que se hallan y decidir cuáles guarda y cuáles tira?
Se ha sentado a la entrada del parque, no entrará, pero tampoco se decide a marcharse, no sabe a dónde ir, no es que planease llegar allí, pero ahora tampoco quiere volver a andar sin rumbo fijo y arriesgarse a ir más lejos, porque a partir de ahí se pierde seguro, con el sentido de la orientación nulo que tiene...
Se plantea el volver a casa, pero no por la seguridad del hogar, que en esos momentos no es la perspectiva más alentadora dado su estado de ánimo y lo que lo ha provocado, sino porque le están entrando unas ganas terribles de escuchar música mientras escribe. No sabe el qué, no sabe el por qué, pero le da igual lo que le hayan dicho. Contra lo de los libros y los dulces poco puede hacer realmente, pero aún puede rebelarse contra lo de escribir... A no ser que se planten en la puerta de su dormitorio a espiarla, ¿cómo van a impedir que coja libreta y papel? ¿O qué abra ese blog que parece usar solo para desahogarse y comentar cosas que le gustan o llaman su atención?
Y antes de que tan siquiera haya terminado el hilo de estos pensamientos, camina ya por Plaza España, camino de casa, de su dormitorio, tan solo se detiene un momento en el Puente de Piedra, le encanta apoyarse en los bordes de piedra y asomarse al río Ebro...

Buenos, para compensar el rollo macabeo que os acabo de soltar, os dejo unas foticos de lo que al parecer, al menos hasta que me emancipe, son las últimas tartas que he podido hacer.

Esta mariposa-tarta la hice para el cumpleaños de mi madre.

Y esta tarta-dragón la estuve haciendo ayer, aunque por desgracia no he podido llegar a terminarla... (le faltan las alas, entre otras cosas)