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viernes, 22 de junio de 2012

Zombie de sueño o acerca de cómo desahogarse

Ya me gustaría a mí dormir así de bien...


Oyó a su madre llamarla para poner la mesa y maldijo para sus adentros. Hundió el rostro en la almohada, o sería más correcto decir en uno de los cojines que poblaban su cama, ya que la susodicha almohada de la cama se hallaba a sus pies, y no porque estuviese mal colocada, era ella quien se había tumbado del revés, pensando en que cerrar los ojos y dejarse reposar por unos minutos harían que se sintiese menos pesada, menos ofuscada. Realmente llevaba despierta y vestida desde las 9:00, solo se había recostado unos minutos y ni siquiera había llegado a dormirse, su cuerpo seguía sintiéndose pesado, y todo su ser se rebelaba ante la idea de obedecer a la llamada y  levantarse. Le dolía la cabeza solo con pensar en todo esto, y lo mismo le habría dado estar echa de plomo... 
Finalmente, y tras un profundo e irritado suspiro, que más merecía la categoría de resoplido, abrió los ojos, poniendo todas sus fuerzas en convencer a su mente de que mandase a su cuerpo las pertinentes órdenes de movimiento.
Probablemente era una suerte que tan apenas entrasen unos fragmentos de luz por la persiana subida apenas una quinta parte, aunque tampoco era como si eso hiciese menos lamentable el abrir los ojos... No tenía especialmente calor, pero sentía el aire cargado a pesar de tener la ventana semiabierta. Cosas de la situación de su dormitorio respecto al resto de la casa; entraba poca luz, pero el movimiento del aire era más bien escaso, por no decir nulo.
En resumen, le tentaba la idea de emplear todos esos esfuerzos en gritar que no tenía hambre y pasarse el resto de la tarde tirada en la cama, durmiendo, que era lo que al fin y al cabo parecía exigirle el cuerpo.
Ella no bebía, no fumaba, y no tomaba ningún tipo de sustancia por el estilo, pero por lo demás, no se podía decir que tratase muy bien a su cuerpo... En cuanto le quitaban la vista de encima, cualquier intento que hiciese de seguir un patrón ordenado de sueño y/o alimentación se iban a pique. Sobre todo en verano, cuando hacía más vida de noche que de día, y no precisamente porque saliese de juerga... Y sobre su alimentación, si por ella fuese, subsistiría a base de agua, té, algún zumo y piezas de fruta esporádicas... puede que incluyendo algo de helado, horchata o granizado de vez en cuando.
Finalmente se levantó, y se sintió morir. La cabeza le daba vueltas y el estómago se le encogía, los párpados pugnaban por no cerrarse y su cuerpo la maldecía por ponerse en pie.
Definitivamente debía de ser la versión viviente de un zombie... Lo cual de todas formas carecía de sentido tan solo por intentar aunar viviente y zombie sin  nada de muerto en la misma frase.. Qué más daba, incluso si eran desvaríos, podía considerase afortunada de conservar la capacidad de pensar.
Encima le dolía el pie izquierdo. Cuando no descansaba bien siempre le dolía alguna de las muchas zonas de su cuerpo donde alguna vez se había lesionado. Y el tobillo izquierdo, con sus múltiples esguinces de infancia (de los que no había vuelto a saber tras entrar en la pubertad) solía llevar ser el más frecuente incordio. Y no se podía que se debiese a grandes lesiones, todas sus lesiones, tanto esguinces de tobillo, de muñeca o lesiones musculares habían sido por las causas más estúpidas que uno pueda imaginar... Un resbalón causado por unas pistolas de agua, una bailarina que se había salido, una colchoneta mal puesta, un resfriado...
Fue medio arrastrándose hasta la cocina y se detuvo el la puerta, mirando perezosamente a su alrededor e intentando que su mente llegase a la conclusión de qué había para comer a partir de lo que veía. Su madre estaba haciendo algo de carne a la plancha. Frunció el ceño. Era poco probable que su madre hiciese eso como plato único. Vio lechuga sobre la mesa blanca de cocina. ¿Ensalada de primero? Uhm... ¿le apetecía? No, de hecho, no le apetecía ni la carne ni nada que fuese más sólido que el poleo menta, frío y con mucho azúcar, con que había saciado su estómago aquella mañana. Iba a comunicarle a su madre que se volvía a la cama cuando ésta comenzó a servir pasta rellena (tenía un nombre, pero ahora no le salía...) en los platos. Se quedó cavilando mientras la veía sacar un sobre abierto del microondas. Se acercó con curiosidad y vio que acababa de fundir queso... Uhm... Pasta con queso... No, seguía sin tener apetito, pero decidió que, después de hacer todo aquello, era poco probable que su madre le permitiese regresar a su estado de vegetal diurno espatarrado entre cojines, peluches, y sábanas arrugadas. Se apropió del sobre de queso fundido y lo vertió diligentemente en su plato de pasta, sintiendo un deje de gozo cuando su hermano dijo que no quería y se le permitió echarse todo el queso para sí. Seguía sin tener apetito, pero ahora su estómago ya parecía algo más dispuesto a colaborar... Si bien sus sentidos seguían algo embotados, con cierta predisposición a la irritabilidad. 
Sea como fuere, se sintió algo más humana tras zamparse el plato de pasta rellena ahogada en queso e, incluso, uno de los trozos de carne a la plancha. 
Con el estómago menos revuelto, el cuerpo menos pesado pero una irritabilidad aún latente, decidió terminar de espabilarse, o desahogarse, o lo que fuese, conectándose a internet u escribiendo algo nuevo en el blog...
Finalmente, y tras fulminar con la mirada y maldecir su conexión a internet, aprovechó la ausencia de su hermano, a sugerencia de su madre, y se trasladó al ordenador de este donde, tras darse cuenta de que en realidad no tenía ni idea de sobre qué podía hacer una nueva entrada, optó por amargar una vez más a los lectores con una entrada que poco interés podía despertar en ellos, pero que a ella la dejó la mar de a gusto.

2 comentarios:

Royo dijo...

siempre pienso que hablas de algo tuyo... y esta vez era digamos demasiado facil imaginarte de protagonista XD pero con lo del hermano y con el final me he terminado de convencer XD.
saluditos

Cascabel dijo...

El noble arte de desahogarse con el indefenso blog...
Hacía mucho que no me pasaba por aquí